Soy fan de los amaneceres, la incertidumbre y la naturaleza original de Debiles. Quizá tú seas más de atardeceres, esos que aplaudes en Ibiza con un Gin-Tonic especiado en la mano. Me necesitas como mínimo tres veces al día, pero no eres consciente de ello porque siempre has tenido la nevera llena. Incluso ser foodie es “cool” gracias a un cabrero de la Sierra de Málaga. Aunque no me veas, soy el que le pongo la palabra “encanto” a las escapadas de fin de semana en una casita rural. Sí, el bucólico paisaje y los desayunos con huevos de gallinas camperas, también llevan mi sello. Detrás de cada "buen sabor de boca" hay alguien de los mios.
Con la PAC me acuesto y con la PAC me levanto. Es lo único que compartimos de verdad todos los europeos. Nos dicta las reglas del juego, que suelen cambiar unos señores de Bruselas muy trajeados cada 4 o 5 años. Cada vez que salgo al campo me siento como una especie de Benzemá en un eterno fuera de juego. Dicen que la cambian tanto porque tú quieres gallinas y cerdos más felices y un modelo de producción más verde. La PAC esté con vosotros. Y con tu espíritu. Tenemos el modelo agrario más respetuoso con el bienestar animal y el medio ambiente del mundo. Sin embargo, no estás dispuesto a pagar unos céntimos más por los alimentos y a la hora de la verdad eres sensible a los bajos precios y a las marcas blancas con producciones de terceros países que no tienen normas ambientales y en algunos casos utilizan mano de obra infantil. Reclamas granjas cinco estrellas pero quieres pagar a precios de habitación compartida en piso de estudiantes. Échale un ratillo y te aclaras. Te doy una pista; lo que decía Machado de valor y precio.
Las ayudas, esas por las que me sueles tachar de pesetero, sirven para que puedas consumir alimentos sanos y seguros a un precio asequible. Mis costes son en ocasiones mayores de lo que me pagan. No puedo poner precio a lo que produzco. Son otros los que me lo imponen. Será por eso que me llaman “el eslabón más débil de la cadena”a pesar de la dureza de mi trabajo.
No creas que miro tanto al cielo en busca de milagros. No me puedo permitir el lujo de estar en las nubes. Una tormenta puede echar por tierra el esfuerzo de todo un año. Soy conservador, no porque tenga miedo al cambio, sino porque tengo mucho que perder. Que tus ingresos dependan de los caprichos del clima te hacen tener siempre los pies en la tierra.
Y sin embargo, tengo sueños. Transformar agua, tierra y sol en alimentos tiene algo de magia. Alimentar al mundo, algo de heroico. Dejar a las generaciones futuras un medio natural sostenible, algo de trascendencia.
Atentamente,
Tu agricultor de cabecera.
PD: recuerda que hoy, como cada noche, cenamos juntos. Pon las velas y la sonrisa. Yo me encargo del vino y el queso.
Quiero que seas la leche. Que hagas un buen uso de tu libertad. Porque, como dice Javier Gomá, ese es el verdadero significado de la elegancia. Con barro en las botas y frio en las manos. Sin trajes a medida. Sin postureos en interminables escalinatas ministeriales que te llevan al abismo.
Quiero que seas la leche. Que no brindes por un futuro sin cuotas, un neoliberalismo salvaje y una tubería a Pekín, sin un análisis serio, sereno y sensato. Bruselas tiene el embrujo de su manneken pis: te dirán que llueve, pero en realidad te estarán meando.
Quiero que seas la leche. Que mires más allá de tu concejo. Que no te adentres en los terrenos de la vulgaridad y el hastío. Que utilices el exceso de proteína para crecer juntos. Que ser ganadero sea un trabajo en equipo y no una cruzada individual. Que no sobre ninguno.
Quiero que seas la leche. Que sirvas el desayuno en bandeja a los 47 millones de españoles. Que salgas al mundo y le cuentes lo que haces por él. Sin victimismos. Con la seguridad y el aplomo de los que alimentan el futuro.
Quiero que seas la leche. Que si mueres en la orilla, al menos te quede el consuelo de que allí es más fácil soñar... como si fueras el último estribillo de Manolo Tena.
Cada mes, 65 explotaciones lácteas se ven obligadas a echar el cierre en España. Hoy quedan tan sólo 16.000 ganaderos en nuestro país.