Los humanos estamos programados para comprender la escasez mejor que la abundancia. Al igual que hemos evolucionado para reaccionar ante las amenazas y el peligro, una de nuestras tácticas de supervivencia es centrarnos en el riesgo de quedarnos sin provisiones. No lo digo yo, lo dice Chris Anderson, autor del visionario ensayo “La economía Long Tail”. Nuestra tendencia a prestar más atención a la escasez que a la abundancia nos ha llevado a ignorar muchos ejemplos de abundancia que han surgido durante nuestra vida. Cuando algo se vuelve abundante tendemos a ignorarlo, al igual que el aire que respiramos. “Hay una razón por la que la economía  se define como la ciencia del reparto óptimo de los de recursos escasos: en la abundancia no hay que tomar decisiones, lo cual significa que no tienes que pensar en ello en absoluto”, subraya Anderson. 

En la UE lo visualizamos claramente con la alimentación y con aquellas célebres “montañas de mantequilla y leche en polvo” de las que hablaban las instituciones comunitarias para referirse a los excedentes de alimentos tras el aumento de la productividad con la llamada “Revolución Verde” y los incentivos a la producción de la Política Agraria Común (PAC). Esta “abundancia” ha tenido sus efectos en la percepción de la agricultura y por ende de los agricultores. El sector agrario hace tiempo que desapareció de la agenda política y de las portadas de los grandes medios de comunicación de masas. El agro sólo acapara cierta atención cuando sufre algún tipo de contratiempo que puede menoscabar la abundancia: enfermedades ganaderas con posibles implicaciones para la producción, (crisis de las vacas locas, gripe aviar, peste porcina, etc…), o condiciones climáticas adversas (grandes sequías, granizadas, temporales, etc…). En definitiva, cuando un fenómeno inesperado puede provocar escasez. Mientras tanto, el carácter estratégico del sector agrario como base de la alimentación pasa totalmente desapercibido porque está muy asentada en nuestra mente la imagen de comida abundante.

La economía nos dice que cuando un producto de gran consumo es abundante y se abarata, el valor se va a otra parte. Es en ese momento cuando los agentes que buscan beneficio se mueven a contracorriente en busca de nuevas escaseces, lo que Clayton Christensen denomina “ley de conservación de beneficios atractivos”.Esto ha sucedido en la última década con el extraordinario desarrollo de la agricultura y la ganadería ecológica o con los incipientes canales cortos de comercialización y la venta directa de alimentos del agricultor al consumidor. Nichos de mercado que en poco tiempo estarán saturados, tenderán a bajar su precio y a perder valor ante la oferta abundante puesto gran parte de la agricultura europea tiende hacía un modelo de producción más sostenible. ¿Cual será la nueva escasez en el mercado agroalimentario?.¿Hacia dónde se desplaza el valor?. En el próximo post intentaremos responder a esta pregunta.




Segundo Pilar siempre tuvo en mente el desarrollo rural. Sin embargo, su ánimo se desvanecía cada vez que comprobaba que sus ingresos estaban desacoplados de sus costes. Por referencias históricas sabía que los grandes propietarios de la tierra no eran demasiado activos, que los que te exigen “greening” tienen plantas de plástico en los despachos y que un “capping” sólo es efectivo si se realiza al Alba. Era joven y muy profesional, pero eso no servía de nada cuando el objetivo era mantener el “status quo”. Muchos querían acoplarse. Él sólo pretendía que lo dejaran en PAC.

 

Es el cuento de nunca acabar. Términos ininteligibles para la mayoría de los agricultores y ganaderos. Y un único argumento para el debate público: mantener el “cheque” que llega de Bruselas. La irresponsabilidad y el cortoplacismo político ha llevado históricamente a Ministros/as y Consejeros de Agricultura a reducir la Política Agraria Común a un mero mercadeo de cifras y presupuestos, como si tuvieran en exclusiva la propiedad de unos fondos que corresponden a los hombres y mujeres del campo. Todo se reduce al dinero cuando ninguno de los políticos de turno se toman la molestia de hacer pedagogía y explicar qué supone cada nueva reforma de la PAC para el agricultor y el ciudadano. Unas veces por ignorancia, otras por estrategia electoral, Espinosas y Cañetes han  influido decisivamente en el componente peyorativo de las ayudas agrícolas, asentando en el subconsciente colectivo la imagen de “agricultores subvencionados”. Según el último Eurobarómetro, 7 de cada 10 españoles no sabe lo que es la PAC. En Francia, el porcentaje se repite pero justo al contrario: el 70% de los franceses conoce el significado de la misma. La gran diferencia: hace tiempo que los galos hicieron de la agricultura una cuestión de Estado. De poco sirven los recursos que dedica la Comisión Europea para campañas informativas sobre la PAC, el trabajo de las organizaciones agrarias para explicarla o la profesionalidad de los medios de comunicación especializados si los que verdaderamente tiene capacidad para modificar las percepciones utilizan la gestión de los fondos públicos para fines partidistas.


Necesitamos más y mejores historias que nos hablen de cómo la PAC ha mejorado la calidad de vida y el bienestar de los ciudadanos. Testimonios personales y en primera persona de agricultores y ganaderos que gracias a la ayudas comunitarias nos pueden ofrecer alimentos sanos y seguros a precios razonables. De esos profesionales que han podido redimensionar su explotación y generar empleo entre sus vecinos gracias a los fondos desarrollo rural y el paquete de medidas que incentivan la modernización. O de esos productores que han utilizado presupuesto comunitario para reorientar su explotación a la producción integrada, libre de pesticidas, y hoy en día utilizan la lucha biológica para combatir las plagas y ofrecer unos alimentos respetuosos con el medio ambiente. 

En definitiva, necesitamos un nuevo "storytelling" para la PAC, fresco e inspirador, en el que los beneficios de la actividad agraria para el conjunto de la sociedad recuperen el protagonismo. El objetivo no debe ser mantener el presupuesto, el objetivo es legitimarlo.